Guía rápida con consejos para disfrutar de Sevilla en dos o tres días
¡Estamos de vuelta! Hacía ya unos cuantos días que no actualizábamos el blog, pero hoy regresamos con un nuevo post de nuestra escapada a Sevilla en el que os vamos a dar varios consejos para que disfrutéis al máximo de una de las ciudades más bonitas de España (y de Europa).
Ya sabéis que en nuestro blog lo que queremos es contaros sobre todo nuestra experiencia, también la parte negativa, para que os sirva en vuestra visita, porque en lo que se refiere a datos y hechos históricos hay blogs mucho mejores que el nuestro y están las guías e incluso la Wikipedia.
Nosotros pasamos tres días y dos noches en Sevilla, del 29 al 31 de octubre, que creemos que es tiempo suficiente para ver lo principal, aunque la ciudad ofrece tantas cosas que podemos incluso estar más tiempo sin problemas. Y con esta introducción, ¡allá vamos!
Transporte y alojamiento
Llegamos a la capital hispalense en avión y no en AVE, que era nuestra idea inicial, porque el tren era ya demasiado caro (es uno de los trayectos menos económicos incluso con ofertas). Y es que, mirando con tan solo dos semanas de antelación, los billetes de avión a Sevilla desde Madrid con Iberia Express, ida y vuelta, nos salieron por 60 euros por persona. Es poco probable encontrarlos más baratos, pero todo es mirar…Recomendamos esta opción porque en trayectos tan cortos a veces nos olvidamos de que también existe la posibilidad de ir en avión y en este caso en concreto mereció la pena.
Una vez en Sevilla, tras menos de una hora de vuelo, llegamos al aeropuerto. Allí podemos coger el autobús EA (especial aeropuerto) por 4 euros. El transporte funciona todos los días del año, desde las 05.20 horas hasta las 01.15 horas (destino Sevilla) y de 04.30 horas a 00.30 horas (destino aeropuerto). Hace varias paradas en la ciudad y en media hora, si no hay tráfico, podemos estar en el centro.
Otra opción, que nosotros utilizamos por ejemplo a la vuelta, es Uber (también hay Cabify). El trayecto desde la Plaza de España al aeropuerto nos costó 14 euros, aunque depende de la demanda de ese momento. Si sale por más de eso (y no tenemos prisa) es mejor esperar unos minutos. Si somos dos ganamos comodidad, aunque gastamos un poco más, y si somos tres o más sale a cuenta seguro.
Respecto a la movilidad por la ciudad, cabe decir que nosotros fuimos a todos lados a pie, pero el transporte en autobús es bastante bueno. Unos amigos también nos recomendaron desplazarnos en segway, una forma cómoda y divertida de movernos por la ciudad con guía incluido y que esperamos probar la próxima ocasión.
En cuanto al alojamiento, decidimos hospedarnos en el hotel Meliá Sevilla, de cuatro estrellas, a unos pocos pasos de la Plaza de España. Salió muy bien de precio (unos 70 euros la noche) porque era en vísperas del Puente de Todos los Santos, pero todavía no era festivo, y porque teníamos puntos Meliá Rewards acumulados. Además, tuvimos la suerte de poder entrar en la habitación a pesar de que eran las 11.00 horas, así que eso nos facilitó mucho más las cosas. La habitación ofrecía unas bonitas vistas a la Plaza de España, como podéis ver en la foto de arriba.
No obstante, en Sevilla podemos encontrar hostales por unos 30 euros la noche con baño privado en temporada baja (entre semana y en fin de semana) cerca del centro. En Booking.com hay muchas alternativas. Obviamente, en temporada alta los precios se disparan y lo hacen de verdad, más que en otras ciudades.
Desayunos en Sevilla
Una vez situados, nos fuimos a desayunar. Durante nuestra escapada, desayunamos en dos sitios cercanos al hotel, económicos y recomendables. Uno de ellos era la cafetería Royalti, en la calle Doctor Pedro de Castro 7, y el otro la cafetería El Pilar, en la Avenida de la Borbolla 3. No os esperéis sitios de lujo, pero sí muy correctos en el trato (hay una mujer en El Pilar que no para de trabajar y siempre atiende con una sonrisa) y con buenos desayunos variados, sobre todo en el segundo (en el que también hay chocolate con churros). En Royalti por 3 euros tenéis café con leche, zumo de naranja y tostadas de pan muy grandes con mantequilla, aceite, etc. Acostumbrados a los precios de Madrid, nos pareció una ganga.
A pesar de que por ubicación no nos cuadraban, una amiga nos recomendó otros dos: El Gigante Bar, en la Alameda de Hércules, y la Baronesa, en Triana. Los dos tienen muy buenas opiniones tanto en Google como en Tripadvisor, pero nosotros primamos la cercanía al hotel.
¡Nos vamos de turismo!
Después de cargar las pilas, fuimos directos a la Plaza de España, que es lo que teníamos más cerca. A nuestro juicio es la plaza (sin competencia) más bonita de España y visita obligada en Sevilla. Su historia no es larga, pero eso no importa. Se construyó entre los años 1914 y 1929 como edificio principal de la Exposición Iberoamericana de 1929.
El caso es que el enclave es un lugar único en el que podemos estar mucho tiempo hinchándonos a hacer fotos mientras lo recorremos y observamos los bancos revestidos de cerámica de las diferentes provincias españolas. Creemos que no nos quedamos cortos en afirmar que es una de las grandes joyas arquitectónicas del siglo XX, no solo en España, si no a nivel mundial.
Como curiosidad, la Plaza de España fue parte del planeta Naboo en la película Star Wars Episodio II: El Ataque de los Clones.
Junto a la plaza, incluso se podría decir que integrado en ella, tenemos el Parque de Maria Luisa, uno de los pulmones verdes de la ciudad, ideal para pasear y en el que relajarnos, sobre todo si el día ha sido intenso. Su Plaza de América, la isleta de los Patos o el monte Gurugú son algunos de sus principales atractivos.
De allí nos desplazamos hasta la Real Fábrica de Tabacos, no muy lejos andando, a la que podemos acceder por la calle Palos de la Frontera. Construida en el siglo XVIII, hoy en día alberga la sede del rectorado de la Universidad de Sevilla y de algunas de sus facultades. Casi siempre está abierta, entrar no cuesta nada y merece mucho la pena, sobre todo para ver sus hermosos patios.
Saliendo por el otro extremo nos encontramos la calle San Fernando, que recorrimos siguiendo las vías del tranvía hasta la Avenida de la Constitución en el que es uno de los paseos más impresionantes de la ciudad. En el camino vimos (en este orden) el llamativo Hotel Alfonso XIII, la Puerta de Jerez, el Portillo de la Muralla y el Archivo de Indias hasta llegar a la majestuosa Catedral con su imponente Giralda.
Tras contemplar todo, como primera vista inicial de la parte céntrica, podemos bajar por la calle Miguel Mañara hacia la zona del Alcázar, otro de los lugares imprescindibles y al que accedemos por la Puerta del León. Por fuera solo veremos las murallas y lo bueno está en el interior, pero como primera impresión es un comienzo.
Entradas gratuitas al Alcázar y a la Catedral y a la Giralda
Una vez llegados a este punto vamos a hablar de algo importante…La poca antelación hizo que tuviésemos que pagar 11,5 euros por entrar al Alcázar (entrada comprada por internet y sin audioguía) y 8 por entrar a la Catedral y a la Giralda (entrada presencial y sin audioguía), pero podemos visitar estos monumentos gratis los lunes, eso sí, reservando nuestra entrada con antelación por internet. Solo por internet. Obviamente, las entradas vuelan, así que cuanto más antelación mejor, siendo la Catedral la que mayores problemas de disponibilidad tiene. De hecho, no hemos visto disponibilidad para los próximos tres lunes.
Si no conseguimos entrada gratuita para el Alcázar, recomendamos aún así comprarla por internet, ya que nos ahorraremos la infumable cola de ‘guiris’ que se genera todos los días del año para adquirir el ticket. Es un euro más que en taquilla, pero merece la pena. Para la entrada gratuita (no del todo gratuita porque hay que pagar un euro por gestión) debemos acceder a esta página, indicar el número de entradas y seleccionar horario.
Y para el acceso gratuito a la Catedral el link es este y el proceso es similar. Si no logramos obtener el ticket, podemos adquirir la entrada también por 9 euros (por internet, pagando un euro más que de forma presencial). Sin embargo, nosotros preferimos comprarla de forma presencial por 8 euros, ya que la cola era bastante inferior que la del Alcázar. De hecho, solo tuvimos que esperar tres minutos para entrar.
Los lunes también es gratis visitar la Torre del Oro a cualquier hora y el Palacio de las Dueñas (al que no nos dio tiempo a ir en esta escapada) a partir de las 16.00 horas (salvo que sea lunes festivo) hasta completar aforo y sin posibilidad de reserva previa.
Seguimos de turismo (y gastronomía)
Como ya os hemos adelantado, el lunes no pudimos visitar la Catedral ni el Alcázar y tras ver el centro, nos fuimos a comer. Optamos por El Librero, un bar de tapas muy popular y curioso del que nos levantamos después de que ningún camarero viniese a nuestra mesa durante un buen rato. De rebote, caímos en la Bodeguita La Parihuela, un establecimiento con buen menú del día por 12,5 euros, que fue lo que elegimos, y con una buena carta de tapas. Hay que tener en cuenta que estábamos en el centro (ya sabemos lo que suele pasar en estas zonas) y salimos bastante satisfechos. De primero había salmorejo, ensaladilla rusa y ensalada y de segundo albóndigas, calamares a la riojana y otro plato que sinceramente no nos acordamos. De postre, flan casero, natillas, arroz con leche y fruta o café. El pan y la bebida venían incluidos en el precio.
Tras llenar la panza nos dirigimos hacia la Torre del Oro, a la que no entramos porque estaba cerrada por mantenimiento, y luego disfrutamos de un agradable paseo por el margen derecho del río Guadalquivir hacia el barrio de Triana, otro de los puntos fuertes de Sevilla, al que accedimos por el popular puente del mismo nombre (también conocido como puente de Isabel II).
Dependiendo la hora del día, podemos aprovechar que estamos en Triana para ir de tapas. La calle Betis, la plaza del Altozano y la calle Pureza son algunas de las que más sabor tienen. Os recomendamos para tapear el nada lujoso Bar Casa Oliva, en la calle San Jacinto, en el que podemos disfrutar de sabroso queso a la murciana, solomillo con champiñones y choco en su tinta, entre otras tapas.
A la vuelta podemos pasar por la zona de la popular plaza de toros de La Maestranza y callejear por el barrio de Santa Cruz, que esconde rincones impresionantes.
Como primer día no estuvo mal, ¿no? Agotados, por el madrugón, el viaje y la larga caminata, marchamos hacía el hotel, donde caímos literalmente rendidos.
El Alcázar…¡con lluvia! ¿Y si no podemos ver los jardines?
Al día siguiente, el martes, fuimos a ver el Alcázar, una de las razones principales para ir a Sevilla, dejando la Catedral para el miércoles. Logramos entrar rápidamente por la cola rápida de entrada anticipada por internet. El día era lluvioso y con mucho viento y eso hizo que, debido a la alerta amarilla, los jardines estuviesen cerrados. El bajón fue importante, pero preguntar no cuesta nada y nos dieron una solución: ir al día siguiente, el miércoles, con la misma entrada para volver a entrar. Es importante saberlo porque muchísima gente se marcha con mal sabor de boca y el problema tiene fácil solución, siempre y cuando nos quedemos un día más en Sevilla.
Por supuesto, no hace falta hacer toda la cola. Solo basta hablar con alguien de seguridad y es probable que nos indique que entremos por la salida ubicada en el Patio de las Banderas. De hecho creemos que podemos ir allí directamente sin hablar con nadie, sin pasar por la Puerta del León.
Más allá de este ‘consejo’, que esperemos que no os sirva y que disfrutéis de un día increíble de sol, poco hay que decir (y mucho que ver) del Alcázar. Es difícil destacar algo entre tanta belleza, aunque fueron el Patio de las Doncellas y sus impresionantes jardines, que esconden más de un secreto, como te contaremos en un próximo post, los lugares que más nos conquistaron. Los podéis ver justo en las siguientes fotos.
El palacio original se edificó en la Alta Edad Media y se conservan en el mismo vestigios de arte islámico y de la etapa posterior a la conquista castellana. La riqueza del monumento es único porque vemos elementos de estilo mudéjar, gótico, renacentista, barroco…
El Alcázar en sí ya era turístico, pero el hecho de que apareciese en ‘Juego de Tronos’ (era el reino de Dorne) han hecho que las visitas se disparen.
Nosotros empleamos buena parte del tiempo del martes en ver el monumento. De hecho, nos recomendaron unas dos horas y estuvimos tres. Y eso que no vimos los jardines. Es cuestión de cada uno, pero cuando algo nos gusta no tenemos prisa en disfrutarlo. E íbamos a volver al día siguiente…
Tras una buena dosis de historia, fuimos a comer a la Taberna Coloniales San Pedro, en la Plaza Cristo de Burgos, una recomendación de una amiga que no defraudó. Tapas abundantes, ricas y económicas con especial mención a las croquetas de bacalao, el solomillo al roquefort y los buñuelos de queso de cabra. A esas tapas se sumaron las de chocos fritos, paté a la pimienta y bravas. Nos tomamos además dos cervezas cada uno y un lingote de chocolate a compartir de postre y salió todo por 26,30 euros. Precio con poca competencia y estómago lleno.
Muestra lo rico que estaba todo el hecho de no esperar a hacer la foto para empezar a comer…
Con la panza llena, decidimos ir a visitar las famosas Setas de Sevilla, también conocidas como proyecto Metropol Parasol del arquitecto Jürgen Mayer, y de paso tomar un café.
La entrada cuesta 3 euros e incluye una consumición, aunque (ojo) la misma es en La Sureña que está abajo y no en la cafetería con vistas de arriba. Lo advertimos porque nadie lo hace y lo vemos a todas luces un engaño porque apenas hay información al respecto. Eso sí, si preferimos tomarnos algo arriba, con el ticket, nos descuentan un euro de lo que tomemos. Fue la opción por la que optamos, renunciando así a la Sureña…
La visita nos gustó más de lo que pensábamos. Hay buenas vistas y sobre todo es agradable pasear viendo la ciudad en 360 grados por una estructura bastante peculiar. No en vano, es la estructura de madera más grande del mundo. El acceso a los ascensores, donde se cobra la entrada, se encuentra en el sótano, junto al Antiquarium.
Aprovechamos, tras el café, para seguir viendo rincones y rincones del barrio de Santa Cruz (el casco histórico, vamos) y pasear por la Alameda de Hércules.
Reventados una vez más, y ya de noche, volvimos al hotel, no sin antes tomarnos un chocolate con churros, que nos sirvió ya de cena, en el Bar El Comercio, otro histórico de Sevilla.
Último día para ver la Catedral y La Giralda
El último día, que no era entero, lo dejamos para visitar los jardines que no pudimos ver el día anterior del Alcázar y para ver la Catedral, la Giralda y El Salvador.
La Catedral, que fue construida entre los siglos XIV y XV impresiona nada más entrar por su tamaño. No en vano es el templo gótico con mayor superficie del mundo. El templo acoge los restos mortales de Cristóbal Colón y de varios reyes de Castilla, entre ellos Pedro I el Cruel, Fernando III el Santo y el hijo de este, Alfonso X el Sabio.
La Nave Central de la Catedral con su impresionante Capilla Mayor y Coro, y luego sus capillas, sobre todo la Real y la de la Concepción Grande, valen la entrada por sí solas.
Sin embargo, nuestras ganas estaban centradas en subir a la Giralda, ya que somos muy fans de las vistas (y de subir casi todas las torres de las ciudades a las que vamos).
La Giralda, mezcla de culturas y épocas, mide 94,69 metros de altura, incluido el Giraldillo, que mide 7,69 metros. Fue durante siglos la torre más alta de España y una de las construcciones más elevadas y famosas de toda Europa.
En total, para acceder al campanario, hay que subir 34 rampas y unas pocas escaleras. Dice la leyenda que el encargado de convocar a la población a la oración subía por ellas montado a caballo, aunque no hay constancia de ello en ningún documento. Tras las rampas, hay un tramo final de 17 escalones para acceder al nivel del campanario, donde están las mejores vistas, aunque a lo largo del recorrido hay varias ventanas con preciosas panorámicas.
Una vez terminada la visita fuimos a ver El Salvador, más que nada porque la visita venía incluida en la entrada, pero la lluvia hizo acto de aparición por el camino, nos caló y provocó que estuviésemos más pendientes de secarnos que de admirar el templo del siglo XVIII. A la salida, y aprovechando la cercanía, nos refugiamos en el Bar El Comercio que visitamos el día anterior, y tras tomarnos un par de montados cada uno (lomo al Jerez con aceite y tomate y jamón serrano y queso viejo) y otro chocolate con churros nos fuimos hacia el hotel, a recoger las maletas e irnos para el aeropuerto.
Aunque no pudimos ir por falta de tiempo material, otros bares-restaurantes que nos recomendaron son Duo Tapas, al final de la Alameda de Hércules, Levies, cerca de la catedral, y Torres y García, cerca del Ayuntamiento.
Y hasta aquí nuestra escapada a Sevilla, una ciudad que nos ha enamorado y que (aunque uno de los dos ya conocía) es sin duda una de nuestras preferidas…y no solo de España.