Un fin de semana en Oporto, la bella ciudad de los contrastes
Oporto siempre ha crecido a la sombra de Lisboa, alejada de los piropos que acapara la ciudad de la luz y la magnitud de la capital. Sin embargo, si a día de hoy nos preguntan cuál de las dos preferimos, nos decantaríamos ligeramente por el encanto de la ciudad bañada por el Duero y por el tesoro que se esconde entre sus centenarios edificios, sus azulejos y su aroma pesquero que irradia alegría y nostalgia a partes iguales.
La segunda ciudad portuguesa más importante es uno de los mejores lugares para escaparnos un fin de semana sin dejarnos un dineral en el intento. Situada al norte del país vecino, y a tan solo 140 kilómetros de la frontera española con Galicia, Oporto nos ofrece un amplio patrimonio histórico del que es muy fácil enamorarse mientras nos perdemos entre sus callejuelas. Todo ello, unido a una gastronomía excelente que a buen seguro convencerá a todo tipo de paladares.
A menudo son muchos las que definen a Oporto como decadente. Y sí, lo es, porque no hay calle o plaza donde no haya un edificio antiguo, en mal estado, ennegrecido o abandonado. Pero la ciudad es mucho más que eso, pues se moderniza al ritmo de los nuevos tiempos sin renegar de un pasado histórico apasionante, lo que lo convierte en una urbe de contrastes en la que se fusionan antiguos mesones en los que comer de lujo con elegantes cafeterías o locales que se han quedado a medio camino entre el siglo XIX y el XX.
Todo bajo la atenta mirada del Duero, ya sea por la parte de la Ribeira o desde la vecina Vila Nova de Gaia, en la que lo bello se transforma en único al llegar el atardecer, ofreciendo al visitante estampas de ensueño.
Vuelo y alojamiento
Como decíamos, uno de los puntos más positivos de Oporto es el hecho de poder volar hasta allí a buen precio gracias a la cercanía respecto a España y a compañías como Ryanair y Tap, que fue precisamente con las que viajamos. Así, no es complicado encontrar vuelos por 40 euros ida y vuelta o incluso menos con la aerolínea irlandesa.
En nuestro caso pagamos por ellos 75 euros, yendo con Ryanair y volviendo con la compañía portuguesa, de viernes a domingo, pero hay que tener en cuenta que son dos de los días donde los vuelos son más caros, a pesar de ser temporada baja.
En cuanto al alojamiento, decidimos hospedarnos en el Hotel Porto Charming, un coqueto hotel de tres estrellas situado a menos de un kilómetro del centro, al que se llega fácilmente a pie. Sin embargo, un supuesto problema del establecimiento hizo que Destinia nos cancelase la reserva con apenas 24 horas.
Lo bueno es que nos dieron una opción cercana y similar (también tres estrellas) y nos incluyeron el desayuno del sábado (tras mucho insistir) para compensar lo ocurrido. El ‘plan B’ fue el Porto Domus, un hotel recientemente reformado, limpio y cómodo en el que pasamos dos noches sin ninguna queja.
Nos costó menos de 90 euros la habitación doble por dos noches (a 45 la noche por pareja), a lo que tuvimos que añadir 2 euros por persona y noche de tasas turísticas, que siempre hay que pagar salvo que en la reserva indique lo contrario.
Así pues, sin contar comida, podemos reservar un fin de semana en Oporto con alojamiento y vuelos por unos 120 euros por persona, un precio asequible teniendo en cuenta el coste de otros destinos europeos. Incluso es posible rebajar esa cantidad si no tenemos que ajustarnos a unas fechas concretas y, también, si estamos dispuestos a rebajar nuestras pretensiones hoteleras.
En cuanto al desplazamiento desde el aeropuerto hasta Oporto tenemos varias opciones. Las más económicas son el metro (linea E) y el autobús normal o exprés (de 2,5 a 5 euros dependiendo de la compañía). En cualquiera de estos casos, el trayecto no bajará de la media hora.
No obstante, la forma más rápida de desplazarse es el taxi o Uber, que fue la que elegimos. Estas dos últimas alternativas cuestan unos 20 euros. En nuestro caso, sin embargo, pagamos 24, pues tuvimos que coger Uber XL, ya que éramos 6 personas, por lo que no pagamos más de 4 cada uno. Cuantas más personas, más fuerza cobrará evidentemente la elección del coche.
Una vez en el hotel, al que llegamos el viernes pasadas las 21.00 horas, dejamos las maletas y aprovechamos para dar una pequeña vuelta de reconocimiento por la zona y cenar tranquilamente. Al fin y al cabo, el sábado y domingo iban a ser dos intensos días, pues la vuelta hacia Madrid no era hasta por la noche.
Qué ver en Oporto
Hoy en día todo el mundo va a los viajes con una guía hecha y no creemos (como siempre os decimos) que os vayamos a descubrir nada, así que nos intentaremos ceñir en lo posible a nuestra experiencia de viaje para que os sirva como ejemplo.
Cabe decir antes de entrar en materia que Oporto se puede ver perfectamente en un día si lo planificamos bien, pero lo mejor es visitar la ciudad en un fin de semana o dos días consecutivos para saborearla más y no perdernos nada.
Lo primero que hicimos tras desayunar es ir directos a hacer la ruta que habíamos planificado, con la idea clara de pagar entrada solo en la Librería Lello y conocer la ciudad a pie, sin utilizar transporte de ningún tipo, más allá de la posibilidad de coger un barco por el Duero.
Aún así, si no queréis andar, el autobús y el tranvía (que cuesta 2,5 euros que se pagan directamente al conductor) también son buenas opciones para desplazaros sin recurrir a los típicos buses turísticos, de precio más elevado.
También podemos coger el Funicular dos Gundais para ir de la parte alta de la ciudad a la zona más llana de una forma cómoda. El trayecto cuesta 2,5 euros y también sirve para ver una panorámica diferente de Oporto.
Dicho esto, el primer punto marcado en nuestra ruta era el Mercado do Bolhao, uno de los mercados más emblemáticos de la ciudad que abrió sus puertas por primera vez en el siglo XIX y que sin embargo estaba en obras, un contratiempo que, por poner algo positivo, nos regaló minutos para ver otras cosas.
Apenas a unos pasos está la Capilla de las Almas (o de Santa Catalina), con una preciosa fachada formada por casi 16.000 azulejos azules y blancos, una de las señas de la ciudad y que se incorporaron en 1929. Desde entonces han sido restaurados en varias ocasiones para que el templo no pierda ni un ápice de su atractivo.
Desde allí nos dirigimos a la bonita estación de trenes de São Bento, decorada con más de 20.000 azulejos, también azules y blancos, que cubren todas las paredes con representaciones históricas como la batalla de Valdevez. Sin embargo, la belleza no solo reside ahí. Y es que, hasta la zona de los andenes irradia algo especial por el hecho que desde la misma, al estar la estación semiabierta, se ven los coloridos edificios antiguos de la zona.
Desde la puerta de la estación podremos ver a la izquierda la Catedral y a la derecha la bonita iglesia de Santo António dos Congregados, a la que también recomendamos entrar si es posible.
A escasa distancia se encuentra la Plaza de la Libertad (Praça da Liberdade), la más bonita de Oporto (o una de las que más), por la que pasa la Avenida de los Aliados, el corazón de la ciudad, donde destaca el Ayuntamiento y la estatua ecuestre de Pedro IV.
En la avenida encontraremos también uno de los McDonalds más bonitos que hemos visto nunca, con una fachada en la que destaca un águila de bronce y un interior modernista de estilo art déco de lo más llamativo. Curioso.
El siguiente punto del itinerario fue la Librería Lello, que se ha convertido en una gran atracción turística tras servir de inspiración para J.K. Rowling en plena etapa de creación de Harry Potter. La escritora británica vivió a comienzos de los años 90 en Oporto y se basó en este lugar para crear ‘Flourish and Blotts’, el establecimiento en el que los magos compraban los libros para Hogwarts.
Así que, aunque la librería ya era conocida, fue este hecho el que la capapultó a la fama, llenándola de turistas.
Sus dueños, viendo lo que sucedía, empezaron a cobrar la entrada, que ahora cuesta 5 euros y se compra previamente en una tienda de la misma calle que hace esquina. Lo bueno es que si compramos un libro nos descontarán el valor de la misma.
Si la fachada neogótica ya de por sí es una atracción, por dentro es una maravilla, con unas escaleras y unos estantes que nos dejaron sin palabras.
Lo único malo es la excesiva cantidad de turistas que hay dentro (hay que hacer además cola) y que quitan un poco de la magia que posee. Hacerse una foto sin apenas gente alrededor es de hecho toda una proeza.
A continuación nos dirigimos a la Iglesia y Torre de los Clérigos, que contemplamos por fuera, sin subir. La entrada cuesta 5 euros y aunque dicen que las vistas son impresionantes, hay otros puntos en los que podremos contemplar la ciudad a vista de pájaro sin pagar un solo euro.
Muy cerquita, aunque solo es una tienda, recomendamos entrar a O Mundo Fantastico da Sardinha Portuguesa, aunque no compremos nada. Se trata de un comercio espectacular que parece salido de un cuento, lleno de latas de colores, que cuenta incluso con un pequeño carrusel de caballos y una noria.
Sin desplazarnos mucho, podemos llegar hasta el Mirador da Vitória, uno de los más bonitos de Oporto, para a continuación iniciar el paseo por el distrito de Ribeira, a lo largo del Duero, mientras observamos el Puente Don Luis I, el más famoso de Oporto. Este icónico puente fue ideado por Théophile Seyrig, socio del famoso Gustave Eiffel (el de la Torre Eiffel de París) y es probablemente el lugar que más aparece en las postales de la ciudad.
El piso superior del puente cuenta con unos 390 metros de longitud y el inferior con unos 174. Mientras que por el superior pasa el metro, el de abajo es utilizado por los coches, aunque por uno y otro hay acera para los viandantes.
Por debajo del puente (más tarde volveremos por la parte de arriba) cruzamos a Vila Nova de Gaia, que aunque algunos no lo saben es una ciudad independiente de Oporto, aunque pertenezcan al mismo distrito.
Antes de ‘cambiar de acera’, podemos aprovechar para ver sobre todo la maravillosa Plaza Da Ribeira, una de las más pintorescas de Oporto y también de las más animadas con sus restaurantes y comercios.
Y también subir al ascensor Da Ribeira, que nos sube (aunque luego hay que ascender un poco más a pie) hasta el barrio de Barredo y nos ofrece otras vistas del Duero. Desde ahí al centro histórico deberemos seguir a pie por unas escaleras.
La subida en ascensor es gratuita, pero sin embargo el acceso (que se encuentra en un pasadizo, en la parte izquierda de la Ribeira si vamos hacia el puente Don Luis dejando el Duero a la derecha) solo está abierto de lunes a viernes, por lo que no pudimos disfrutarlo.
Vila Nova de Gaia
Vila Nova de Gaia es otra joya que nos da otra perspectiva de Oporto, al lado de las históricas bodegas y algunos de los mejores restaurantes (y con buenos precios) de la zona, aunque hay que ser precavidos (como en todos sitios) con los reclamos turísticos. Desde allí podremos ver una de las típicas estampas de Oporto, con el puente a la derecha y enfrente el Palacio Episcopal (de color blanco) en lo más alto (como podéis ver en la imagen principal de este post).
Tras comer, nos dirigimos a ver el Half Rabbit, un conejo gigante hecho con materiales reciclados en la esquina de un edificio, detrás de las bodegas Sandeman y que las redes sociales como Instagram han convertido en atracción turística.
Minutos más tarde nos dirigimos a ver el atardecer desde el Monasterio de la Sierra del Pilar, situado en un terreno elevado con vistas al puente de Don Luís I y al centro histórico de Oporto, encima del Jardin do Morro (‘Jardín de la Colina’), al que podemos acceder en teleférico por 5 euros ida u 8 ida y vuelta. Sin embargo, es fácil llegar andando, aunque el hecho de que haya bastante pendiente hace recomendable hacerlo con calma y tiempo. Y es que, hay que tener en cuenta que a las 17.00 horas en noviembre ya comienza a anochecer en Oporto.
Eso sí, el paseo merecerá la pena porque desde el monasterio obtendremos probablemente las mejores vistas de la ciudad, con una paleta de colores celestiales que nos dejará perplejos durante varios minutos hasta que el sol se esconda.
Con la misión cumplida, pusimos rumbo de nuevo hacia Oporto, cruzando el puente por arriba (vistas incluidas) y vimos de noche la zona de la catedral, mezcla de estilos y ubicada en la Sé, el barrio más antiguo. Próximo a ese enclave tenemos otro estupendo mirador frente a la iglesia dos Grilos.
Después de eso, terminamos paseando por las calles del centro y cenando para recargar las pilas tras una intensa jornada.
Quedaba un día por delante y ya casi habíamos visto prácticamente lo principal, así que aprovechamos el domingo para ver el Palacio de Cristal y sus hermosos jardines (por donde los pavos reales campan a sus anchas), la zona del Palacio de la Bolsa, en la Plaza del Infante Don Henrique, y disfrutar de la gastronomía de la ciudad, de la famosa francesinha y la repostería local, además de pasear por las calles cercanas al río, que se disfrutan más cuando no se lleva un rumbo fijo.
El Palacio de la Bolsa, por cierto, se puede visitar por dentro por 10 euros y consta de preciosos habitáculos como la Sala Dorada y la Sala Árabe, además del popular Patio de las Naciones. Hay visitas guiadas y los primeros que llegan para comprar las entradas son los que escogen el idioma del tour (portugués, español, inglés o francés), así que es mejor llegar con antelación.
Una de las cosas que no hicimos en Oporto y de la que hay múltiples opiniones, positivas, negativas y neutras, es la de recorrer el Duero en barco en el clásico crucero de los seis puentes (el de de Don Luis I, el del infante Don Enrique, el de Doña María Pía, el de Sao Joao, el de Arrábida y el de Freixo). El hecho de querer aprovechar al máximo el sábado (a sabiendas que anochecía pronto) y la circunstancia de que el domingo lloviese, aparte de que no era nuestra prioridad, hizo que no lo cogiésemos.
No obstante, lo mejor es que miréis bien las diferentes alternativas que hay. Podéis llevar el tour reservado desde casa o bien hacerlo en persona. De hecho, es probable que os lo ofrezcan en el hotel. En uno y otro momento tendréis plaza. Páginas web como Atrápalo o Civitatis lo venden, con guía o sin ella, e incluso con el bus turístico y la visita a alguna bodega incluida. La mayoría de las quejas viene por el tema de la guía y la megafonía de los barcos, pero, en general, las opiniones son bastante positivas.
Otra de las atracciones turísticas que pasamos por alto, y que recomiendan casi todas las guías, es la Casa da Música, de arquitectura moderna. En ella se realizan conciertos y espectáculos todo el año. Y aquí os somos sinceros: no fuimos porque no nos llamaba la atención en absoluto.
Gastronomía en Oporto
Como decíamos antes, Oporto no solo son vistas y arquitectura, ya que uno de sus atractivos es que nos dejemos guiar también por el paladar.
El primer sitio al que acudimos (el viernes por la noche) es un clásico de Oporto, Casa Guedes, en Praça dos Poveiros, en la que recibimos un trato sobresaliente. Su especialidad son los bocadillos de carne de cerdo asado con queso (Sandes de Pernil con Queijo de Ovlelha), del que dimos buena cuenta y que creemos que es lo mejor del restaurante. También pedimos un puré de calabaza y croquetas de bacalao, que podréis degustar por toda la ciudad sin que varíe mucho la calidad. Pagamos unos 10 euros por persona con bebida y tuvimos suerte de no esperar para sentarnos, cosa que no es habitual. Recomendable.
El sábado desayunamos en el hotel, pero decidimos hacer la comida en otro de los sitios que nos habían recomendado: Casa Dias, en Vila Nova de Gaia. Fuimos sin reserva (no reservan, por lo que es mejor ir pronto) y tuvimos que comer separados, aunque eso no deslució la velada. Por 15 euros disfrutamos de un menú (con bebida y postre) que incluía sopa de verduras (algo sosa) de primero y un segundo a elegir. En mi caso escogí dorada, pero también había la posibilidad de pedir salmón, merluza o un estofado de carne con almejas y patatas típico de la zona. Cualquiera de las opciones (pude probar todas) es perfecta. Mención aparte tienen los postres, con mucha variedad y todos riquísimos, sobre todo la tarta de nueces. El trato familiar además es exquisito, lo que suma sin duda muchos puntos.
Con el estómago todavía con reservas de la comida, cenamos en la Cervecería Artesanal Levare, un sitio que escogimos sinceramente porque pasábamos por ahí y para picar algo. Lo bueno es que está muy bien de precio y tienen un montón de cervezas, también artesanales. La carta es bastante amplia, con sándwiches, francesinhas, hamburguesas y raciones varias. Es ideal para grupos, con mucho espacio. Correcto, sin grandes pretensiones.
El último día, desayunamos en Nata Lisboa, una cadena portuguesa que ya ha llegado a España y que tenía un desayuno por menos de 4 euros con sándwich de jamón y queso, pastel de nata (típico de Portugal y parecido al pastel de Belém) y café. Nada del otro mundo. De hecho, hay mejores lugares, como la Confeitaria Do Bolhao, pero el hecho de que fuese domingo propició que muchos pequeños comercios estuviesen cerrados o nos pillasen demasiado lejos.
Y no nos íbamos a ir de Oporto sin probar la famosa francesinha, que pudimos degustar en Santa Francesinha, al lado de casa Guedes, en la que volvimos a comer separados por la falta de mesas grandes, algo que debe ser un clásico por esas tierras.
Para quienes no lo sepan, la francesinha es un sándwich rellena de embutido, como mortadela y jamón cocido, filete de ternera o cerdo, huevo y cantidades industriales de queso que queda gratinado por encima. Todo ello bañado en una salsa ligeramente picante, mezcla entre el sabor típico del caldo de pollo y la barbacoa.
En definitiva, una bomba calórica que viene además acompañada de patatas fritas. Había que probarla. Ahora, ¿es recomendable? Pues no es el mejor plato que hemos degustado en la vida porque no deja de ser un sándwich vitaminado, pero en Oporto hay que probarlo sí o sí. Pagamos, con la bebida incluida, unos 12 euros por persona.
No contentos con eso, y no queriendo dejar de lado los deseos del resto de compañeros de viaje, acudimos con el estómago lleno a la Pastelería Cristo Rey, otro clásico de la ciudad repleto de gente local, para probar el Bolo Rey, que no es otra cosa que el roscón de reyes portugués con pasas y frutos secos y del que tienen diferentes variedades, también de chocolate. Uno de los puntos a favor del sitio, en el que además se puede también comer, es que es muy económico. Y es que, todavía tienen el café con leche a menos de un euro.
No hemos puesto en esta guía nada de las clásicas bodegas, a las que no fuimos por una cuestión de tiempo mezclada con que la afición al vino no era uno de los fuertes del grupo con el que viajamos, pero si sois de los que no os podéis ir de Oporto sin ir a una, lo mejor es acudir a Vila Nova do Gaia donde hay opciones para aburrir. Aparte de las clásicas y turísticas Sandeman y Cálem, la gente solo habla bien de la visita a las de Ferreira y Graham´s. La media en cuanto precio está en torno a los 5-10 euros.
Y ahora, ya solo os queda disfrutar de esta preciosa ciudad portuguesa llena de contrastes. ‘Muito obrigado por nos ler’.