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Viaje a Tenerife, por el norte, por el sur…¡y sin coche!

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Ya ha terminado nuestro viaje, o más bien escapada a Tenerife, una isla que ha superado a todas luces nuestras expectativas. Han sido solo cinco días, que hemos aprovechado a más no poder, eso sí, con algunos momentos de descanso después de un duro mes de agosto sin vacaciones.

Tenerife, la isla más extensa de Canarias, nos brindó un montón de experiencias increíbles y nos descubrió lugares únicos como la bonita localidad de San Cristóbal de la Laguna o el parque rural de Anaga, sin olvidar sitios imprescindibles de la isla como el impresionante volcán de El Teide o los acantilados de Los Gigantes, que nos dejaron sin palabras.

Hoy vamos a contaros nuestros días en en Tenerife, nuestra experiencia, contando lo que vivimos, con sus pros y sus contras de movernos por la isla de norte a sur solo en transporte público, lo que es en sí un reto (que quizás esto os interese a algunos), intentando aconsejaros sobre sitios que creemos imprescindible conocer, unos más conocidos que otros, lugares donde comer, etc. Os daréis cuenta que hay sitios de la isla que merecen mucho la pena a los que no pudimos ir y que hemos dejado para cuando volvamos, esperemos que muy pronto. Queríamos ver muchas cosas, pero esta vez (insistimos) también necesitábamos descansar. Y con esto, ¡empezamos!

Llegada a Santa Cruz

Hicimos el viaje del 2 al 7 de septiembre. Dos noches las pasamos en Santa Cruz (norte) y tres en Costa Adeje (sur). Lo malo es que llegamos al aeropuerto del Norte por la noche y ese día ya estaba perdido. Aún así la idea era descansar para madrugar y aprovechar el día siguiente para hacer la etapa ‘más dura’.

Lo primero que nos sorprendió nada más salir del aeropuerto (del avión más bien) fue la temperatura, muy baja en esa zona (La Laguna). Los de allí lo saben, pero los de fuera no. Y no es algo que precisamente venga en las guías. Así que ahí va el primer consejo del viaje: tened un jersey a mano.

Decidimos alojarnos en Santa Cruz de Tenerife, ya que no estaba muy lejos del aeropuerto y era una zona ideal para visitar al día siguiente la propia Santa Cruz, San Cristóbal de la Laguna, Anaga y, si nos daba tiempo, Puerto de la Cruz.

Del aeropuerto a Santa Cruz nos desplazamos en taxi. Era ya de noche y no nos apetecían esperas de ningún tipo. Son unos 20 euros al centro de la ciudad, aunque al centro van van varios autobuses (en Canarias llamadas guaguas). En este caso la línea 102 es la más rápida. El hotel en que nos alojamos fue el Occidental Santa Cruz Contemporáneo, un hotel de tres estrellas con piscina y bien de calidad/precio (nos salió por menos de 50 euros la noche, aunque hay lugares más económicos).

Para coger el autobús, sobre todo si lo vamos a hacer con asiduidad, lo mejor es adquirir la tarjeta Ten+, que podemos recargar y hará que los viajes nos salgan bastante más baratos que si los pagamos uno a uno en efectivo. La tarjeta se puede comprar en las estaciones grandes de autobuses y en la red de kioskos y estancos de la isla (aquí tenéis más información). Si nos vamos a mover mucho, lo mejor es calcular 15 euros por persona y luego ir recargando poco a poco. Se puede recargar por internet, aunque hay que esperar unas horas para que haga efecto, así que si la vamos utilizar ya es mejor hacerlo en los puntos autorizados.

Además, podemos compartirla con nuestra pareja o con quién queramos. Eso sí, antes de validar, siempre hay que avisar al conductor si vamos a usarla dos o tres personas por ejemplo para que pueda anotarlo. Además, al salir también tenemos que pasar la tarjeta por la canceladora. Si no, nos cobrarán todo el trayecto de la línea. Sin embargo, en tranvías sirve con validar solo a la entrada. Si vamos varios habrá que pasarla varias veces.

Santa Cruz no es la ciudad más turística de Tenerife, pero merece la pena darse una vuelta para ver la bonita Iglesia Matriz de la Concepción y los alrededores de plaza de España. No muy lejos, aunque hay que coger transporte, tenemos la playa de las Teresitas, donde el viento pega de lo lindo y que destaca porque la arena de la playa es blanca y no negra (como es normal en toda la isla), ya que ésta fue traída del Sáhara.

Si tenemos tiempo, podemos pasear por el Parque García Sanabria o ver el Palmétum, un espectacular jardín botánico especializado en palmeras.

La Laguna

Desde Santa Cruz nos desplazamos a San Cristobal de La Laguna (o La Laguna, como se la conoce popularmente) en tranvía, transporte directo que nos deja a unos pocos metros del centro y de la Catedral, aunque también podemos ir en autobús.

Aprovechando ese pequeño paseo que separa el lugar donde nos deja el tranvía (parada La Trinidad) del casco histórico de La Laguna podemos tomarnos un perrito caliente en La Concepción (Avenida de la Trinidad 28, aunque también tienen un local en la plaza la Concepción), donde tienen también posibilidades para los vegetarianos. A nosotros nos gustó bastante. Lo malo es que no hay mesas, pero es una opción rápida y barata para ahorrar dinero y seguir nuestro camino.

Una vez hecho el ‘break’, comenzamos a pasear por la localidad, que recuerda a algunas localidades coloniales de Sudamérica. No en vano, la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999 por ser ejemplo único de ciudad colonial no amurallada.

Y es que, San Cristóbal comparte el estilo de sus calles (conformación, colores, etc), con ciudades coloniales como La Habana Vieja en Cuba, Lima o San Juan de Puerto Rico. De hecho sirvió de modelo para éstas y otras localidades sudamericanas, algo de lo que no nos enteramos hasta que estuvimos allí.

La Catedral de La Laguna, conocida también como la de Nuestra Señora de los Remedios, la Iglesia Matriz de la Concepción (que veremos al fondo de la calle Obispo Rey Redondo), el Real Santuario del Santísimo Cristo o el Ayuntamiento son edificios que no nos podemos perder, aunque la verdadera esencia de la localidad se capta andando por sus bellas calles con sus casas de colores.

Parque rural de Anaga

Tras un tiempo considerable disfrutando de La Laguna nos desplazamos desde allí hasta el parque rural de Anaga (cogiendo la línea 76).

En un principio, semanas antes del viaje, sacamos un permiso especial para pasear por la reserva del Pijaral, un paraje único y protegido instalado en Anaga, pero por falta de tiempo (una pena) nos tuvimos que conformar con recorrer un breve sendero ubicado más cerca de San Cristóbal (pero ya en pleno monte) que nos sirvió para hacernos una idea de lo impresionante que son los bosques de laurisilva de esta zona de la isla.

En concreto, optamos por recorrer el sendero de los sentidos, que parte desde la Cruz del Carmen, ubicado al lado de un centro de información turística. El autobús nos dejó allí mismo.

Se trata de un sendero ideal para hacer en poco tiempo y que incluso tiene una parte adaptada para personas con movilidad reducida. Tenemos tres opciones de ruta; la de movilidad reducida (un camino pequeño con pasarelas y lineal muy breve), una ruta circular que según el cartel informativo se hace en 45 minutos (pero que a buen paso es menos) y otra más amplia de una hora y media (que también es bastante menos). Esta última termina en el mirador del Llano de los Loros, desde donde veremos unas hermosas vistas. También merecen mucho la pena ver el paisaje desde la zona de parking, antes de entrar en el sendero.

Aparte de los paneles informativos para no perdernos, hay otros con símbolos de la vista, el olfato y el tacto. Es impresionante en algunos puntos dejarse llevar, cerrar los ojos y oír como se mueven las ramas con el viento. Es de lo más espectacular que nos llevamos de la visita a Tenerife.

Lo ideal en esta zona es ir preparado para hacer senderismo (con unas buenas zapatillas o botas porque si ha llovido recientemente hay tramos embarrados) y sobre todo llevar una prenda de abrigo, a ser posible impermeable porque según en qué momento puede haber bastante humedad y la temperatura baja varios grados.

Como hemos dicho, nosotros hicimos este sendero por falta de tiempo, pero lo ideal es pedir con antelación el permiso para la reserva del Pijaral y descubrir el popular bosque encantado. Insistimos en lo del permiso porque sin el mismo podemos exponernos a una multa de 600 euros por persona.

Una vez de vuelta a la Laguna, y con tiempo por delante, cogimos (desde el intercambiador de La Laguna) la línea 102 hacía Puerto de la Cruz con el objetivo de conocer la localidad y ver el atardecer desde allí.

Puerto de la Cruz

En Puerto de la Cruz, aparte del típico paseo frente a la playa de Martiánez (donde veremos a muchos surferos), vimos desde fuera el Lago Martiánez (un impresionante complejo de piscinas de agua salada con el estilo de César Manrique), la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, la playa de San Telmo y el castillo de San Felipe. No vimos todo pero fue ideal para desconectar después de un día con poco descanso. Y desde allí, vuelta a Santa Cruz.

Costa Adeje

Al día siguiente, tras un buen desayuno, emprendimos nuestro viaje a Costa Adeje. Allí íbamos a instalar, junto a la playa del duque, en el hotel Meliá Jardines del Teide, nuestro cuartel general.

En un principio pretendíamos hacer muchas cosas esos días, pero, como dijimos antes, el cansancio de todo el año acumulado con pocos días libres también se hizo notar.

Sin embargo, el tiempo sirvió, entre otras cosas, para descubrir el Teide y alrededores (con sabor agridulce, como explicaremos más tarde) y conocer los acantilados de Los Gigantes.

Hasta Costa Adeje se puede llegar cómodamente desde Santa Cruz en la línea 110 de autobús (con solo cuatro paradas). El autobús nos deja en la Playa de las Américas y desde aquí, dependiendo de a donde vayamos, podemos ir andando, coger otro autobús…Nosotros por ejemplo cogimos el 467 hasta la zona de El Duque, donde se encontraba nuestro hotel.

Fuimos con media pensión y con muchas ganas de descansar, así que el primer día nos dedicamos a vivir y disfrutar del complejo.

Por cierto, que fuera de lo que es el hotel solo comimos en un sitio, la Brasserie, a 10 minutos andando, enfrente de la playa de Torviscas. Si vais, probad sus hamburguesas o las costillas, ya que la hacen a la brasa y la carne es de buena calidad. Fuera de eso poco os podemos recomendar.

Los Gigantes

Una vez ‘recuperados’ tras una noche reparadora, aprovechamos el día siguiente para ir a los acantilados de los Gigantes, hacer fotos desde la playa delos Guíos, desde el mirador…y conocer en definitiva toda esa zona.

Desde de Costa Adeje, y en concreto de la del Duque, la línea de autobús que va hasta Los Gigantes (y que nosotros cogimos) es la 477.

Hay varias panorámicas impresionantes de los acantilados, pero para nosotros una de las mejores es desde la misma playa de los Guíos, desde su preciosa arena negra.

Desde el puerto de los Gigantes salen todos los días excursiones para avistar delfines, cetáceos o para conocer la playa de Masca (lo que es el barranco está cerrado hasta nueva orden) y Punta de Teno, punto más occidental de la isla de Tenerife.

Siendo sinceros, a nosotros nos alucinó tanto la zona que preferimos contemplar durante mucho tiempo (mucho, de verdad) lo que teníamos delante. Porque hay veces que con las prisas, las fotos y demás no apreciamos las cosas. Esta sí lo hicimos y nos dio otro de los mejores recuerdos del viaje.

Ver como las paredes de los acantilados caen sobre el mar desde alturas que oscilan entre los 300 y más de 600 metros nos dejó sin palabras. También hay impresionantes rutas de senderismo para verlos desde diferentes puntos de vista que recomendamos mirar en Wikilok. Hagamos lo que hagamos será un acierto. Seguro.

En la zona del Duque donde nos alojamos podemos pasear por la zona de la playa o ver el bosque zen (playa de la Enramada) que no dejan de ser piedras amontonadas formando una especie de esculturas. El caso es que se ha convertido en una moda y los amontonamientos no les gustan nada a las autoridades, ya que estas actividades dañan el suelo y la microfauna de la zona, alterando el paisaje, que (polémicas aparte) es bastante llamativo.

El Teide

El último día entero en Tenerife (ya que el último no se aprovecha del todo) lo dejamos para ir al Teide. La línea 342 sale todos los días a las 9.15 de la mañana desde Adeje y parte desde la zona del teleférico a nuestro lugar de origen a las 15.40. En ese tiempo da de sobra para subir al teleférico y contemplar la zona. Si no llevamos coche es quizás la mejor opción y ahora explicaremos las razones. Lo mejor es comprar el billete de autobús con antelación desde la web de Titsa, la compañía de transportes interurbanos de Tenerife, que nos deriva a Tomaticket. El billete de ida y vuelta son 10,9 euros.

¿Y por qué decimos que lo recomendamos? Porque nuestra experiencia en ese aspecto, aunque luego el paisaje mereció la pena, fue agridulce.

Cualquier empresa de excursiones nos va a cobrar más por ese mismo trayecto, aunque, eso sí, es probable que nos recoja en nuestro mismo hotel, haya un guía y nos ofrezca una alternativa si el teleférico está cerrado. Y es que, la semana en la que fuimos precisamente tuvimos la mala suerte de que el teleférico estuvo cerrado todos los días por viento. Una pena.

Cogimos la excursión al Teide con Volcano Teide a través de la oficina de turismo de Santa Cruz (ubicada en la Plaza España) con unos días de antelación. Hay otras empresas, pero la que explota el teleférico es ésta y sí o sí (hagamos lo que hagamos con el transporte) el trayecto en teleférico hay que comprárselo a ellos.

El caso es que nos recogieron en el hotel temprano e iniciamos el camino al Teide sabiendo con desánimo que ese día iba a ser prácticamente imposible subir en teleférico al volcán. Durante el trayecto, un guía nos explicó la historia de la isla, anécdotas, etc, pero nada que mereciese realmente la pena por los 68 euros que pagamos por persona (hay que tener en cuenta que solo el teleférico son 27). No solemos coger excursiones organizadas, pero esta vez, entre una mezcla de comodidad, la falta de coche y miedo a llegar y soportar una gran cola por adquirir los tickets, cedimos.

Efectivamente, al llegar a la base del Teide vimos los accesos al teleférico cerrados. El dinero del mismo nos lo devolvieron tras hablar con la oficina de turismo, que lleva la empresa City Expert. Les explicamos lo sucedido a través del correo reservas@cityexpert.es y en dos días teníamos parte de lo invertido en la cuenta.

Eso sí, el dinero del desplazamiento, guía y demás no lo devuelven. La excursión se puede cancelar y pedir la devolución total hasta un día antes . Si no, en caso de cierre del teleférico, iremos en autobús hasta el Parque Nacional y podremos contemplar el Teide, pero no llegaremos más arriba de la base.

Lo mejor es ver el Twitter de Volcano Teide los días previos a nuestra excursión, viendo el tiempo de esa semana, y preguntar el día anterior con bastante antelación. Lo cierto es que durante los últimos días, casi todos ha tenido que cerrar por viento o tiempo adverso. Es un consuelo…

Lo mejor de todas formas es llevar coche y, si abre el teleférico ese día, coger los tickets para el teleférico por la web para no esperar la cola de compra (la otra cola para subir la tendremos que hacer igualmente). Si no tenemos coche, como hemos dicho antes, la mejor alternativa es comprar el billete de la línea 342 con anticipación y cruzar los dedos para que haga buen tiempo.

Sin embargo, nos quedamos con la parte positiva. De nada vale lamentarse. Nos dejaron tiempo para pasear por la zona cercana al centro de visitantes (donde hay una exposición sobre el Teide y podemos ver un vídeo explicativo de como se formó el volcán, su historia, etc), vimos la preciosa zona de los Roques de García con su espectacular Roque Cinchado y tuvimos tiempo de sobra para hacernos decenas de fotos con el Teide de fondo y con paisajes que solo se pueden ver esa zona.

Nos consuela también no haber conseguido el permiso gratuito para acceder al pico del Teide. Lo intentamos con bastante antelación justo para ese día (hay que pedirlo aquí), pero el caso es que es que hay que hacerlo con muchos meses porque hay pocas plazas y la mayoría (como siempre) se las quedan las compañías como Volcano Teide, que cobra un dinero extra para subir a la cima, es decir, por ese permiso que a ti te ha sido imposible conseguir (¡y que es gratis!). Y las autoridades, como no, no hacen nada al respecto para arreglarlo, haciendo del Teide un negocio del que se lucran empresas privadas y cuyo dinero recaudado no se destina para su conservación (algo para lo que pagaríamos encantados).

Así que recomendamos pedir permiso con antelación (tres o cuatro meses o incluso más) para poder ascender hasta el mismo cráter a pie y disfrutar de una experiencia única que esperamos vivir antes de que dejemos este mundo. En todo caso, una vez bajemos del teleférico cuando lleguemos arriba podemos hacer otros dos senderos sin permiso, los dos de dificultad media.

Otra opción es pasar la noche en el Refugio de Altavista. Así no se necesita permiso, aunque habrá que abandonar la zona bien temprano. Y si nos gusta la zona, otra posibilidad es dormir en el Parador Nacional de Las Cañadas del Teide.

De una forma u otra no nos podemos perder el Parque Nacional del Teide, que por momentos nos hace sentir como si estuviésemos en otro planeta.

Por cierto, el Teide está a mucha altura (3.718 metros sobre el nivel del mar) y hay que ir preparado para ello con ropa cómoda y con prendas de abrigo (algún guiri iba en pantalón corto y en sandalias, lo típico), pero también hay que llevar crema solar porque el sol pega de lo lindo (por algo es la mayor altura de España) y es probable que si no nos protegemos nos abrasemos. Y ojo con coger piedras de la zona porque está totalmente prohibido.

Tras esta información, y cambiando de tema, poca recomendación os podemos dar en lo que se refiere a gastronomía, pero por suerte pudimos probar este último día en el Teide las clásicas patatas arrugadas con mojo picón, la carne de cabra y el café barraquito (café con leche condensada, licor 43, canela y limón). Salvamos así (por los pelos) nuestro honor de ir a un sitio y comer algo típico de allí. Nosotros probamos esos dos platos y el café tradicional en Papillón, un restaurante de camino al Teide que fue donde nos dejó el autobús, de buena relación calidad/precio y una gran terraza, aunque por la zona hay otros muchos sitios. Al ir con la excursión organizada no pudimos elegir.

De vuelta al hotel, lo único que hicimos ya es descansar, porque esperaba la temible vuelta al trabajo.

Al día siguiente, cogimos de vuelta de nuevo el autobús 110 que nos dejó en el Intercambiador de Santa Cruz y desde allí el 102 al aeropuerto. Por cierto, no os fiéis mucho de Google Maps y comparad los trayectos que os sugiere con la web oficial de Titsa porque a veces no es muy preciso.

Y hasta aquí nuestra experiencia en una isla maravillosa. Esperamos que este post os sirva de algo o al menos disfrutéis leyéndonos.

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Arturo Carretero

Trabajando para Republica.com y dedicando parte de mi tiempo libre a Viajealsol.com. Amante de los viajes, los deportes y el ocio en general
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